Impresionante la jornada del 22 de Marzo en Madrid, la verdad que
esta es la serie de cosas que todavía te dan una inyección de moral para seguir
creyendo en este país. Ver a 2 millones de personas, de distintas edades,
organizaciones o profesiones, pero al fin y al cabo la misma clase obrera unida
luchando contra la dictadura del capital y pidiendo la dimisión de este
gobierno corrupto y genocida. Un gobierno, que como nos tiene acostumbrado,
mando ayer a sus perros a reventar una manifestación histórica, en la que no se
había producido ningún incidente, esto no lo podían permitir, había
que sacar un dato estadístico de policías heridos y de radicales detenido para
seguir con la manipulación informativa. Estas cosas me suelen indignar
bastante, pero estando presente en la carga policial y habiendo visto
compañeros heridos por estos asesinos, no cabe la indignación dentro de mí.
Pero por otro lado, esperanza de comprobar que la gente ya no tiene miedo a sus
perros guardianes y que la organización y la lucha es el único camino para
acabar con su estirpe de una vez por todas. NO PASARAN!!!!
Seguidamente publicaré una pequeña crónica sobre el 22M que han realizado sus organizadores:
22 M. La dignidad del pueblo
El pasado sábado en las calles de Madrid se congregaron dos millones de personas, colectivos y pueblos de todo el Estado, en una manifestación que cualquier persona con un mínimo de humanidad debería secundar. Reclamamos una vida digna, trabajo, casa, servicios sociales para todos y todas y el no pago de la deuda.
Con un amplísimo apoyo popular, las Marchas de la Dignidad avanzaron durante más de 5 horas desde Atocha hasta Colón, en un ambiente de lucha y solidaridad entre pueblos, que no se recuerda en décadas. Una acción construida durante meses, a base de trabajo militante.
Desde que partieron, las Marchas de la Dignidad han recorrido todo el estado haciendo asambleas en cada lugar por el que pasaban, llevando una auténtica democracia a cada pueblo y recibiendo la solidaridad de las gentes.
Frente a esta demostración de dignidad y democracia, el sistema no tiene ningún discurso que enfrentar, y su única respuesta es la represión:
La represión mediática, con el silencio absoluto desde todos los medios del régimen, hasta que la realidad se ha impuesto y se han visito obligados recoger nuestra lucha.
La represión política, con declaraciones absurdas como las comparaciones con grupos de extrema derecha, con Ayuntamientos prohibiéndonos pasar o pecnoctar en sus municipios o autoridades locales increpado a compañeras y compañeros.
La represión policial, sufrida durante todo el camino, cuando la guardia civil desviaba a caminantes por caminos paralelos de tierra y piedras para dificultar su marcha, o cuando la policía impedía que las asambleas transcurriesen con normalidad. Los controles injustificados en carreteras que retuvieron a más de 100 autobuses que originaron retrasos entre una y tres horas. Pero especialmente cuando, una vez en Madrid, un despliegue policial desproporcionado, formado por 1.700 agentes de la UIP traídos de varios lugares del Estado, fue utilizado para amedrentar y reprimir al pueblo.
Antes de que la manifestación terminase, un ejército policial atacó sin miramientos a población civil indefensa.
Desde la propia megafonía del acto que se estaba celebrando en Colón, se pidió a los agentes que parasen su ataque, pero persistieron en la agresión. Una acción así no se improvisa, era un plan premeditado para disolver la manifestación y conseguir abrir los noticiarios televisivos con imágenes de violencia.
Hubo un ejercito policial que usó porras, escopetas y gases lacrimógenos para vulnerar el legítimo ejercicio del derecho de reunión. Fue un montaje policial urdido desde el Gobierno que vulneró derechos fundamentales como el de reunión y manifestación.
Las personas detenidas fueron objeto de maltrato. Se les mantuvo ocho horas de pie contra la pared, con las manos en alto, no se les dió agua, no se les dió alimento en 24 horas. A las mujeres ni se les permitió cambiar de tampax. Se les mantuvo 37 horas en dependencias policiales antes de pasar a disposición judicial.
Exigimos al régimen que retire los cargos de todos los acusados y la libertad inmediata del compañero Miguel. Exigimos además la destitución de la delegada del gobierno y del jefe de policía de Madrid, a los que consideramos responsables directos del ataque, así como la dimisión de ministro del interior.
La dignidad está de parte del pueblo. No terminamos aquí. Seguiremos organizándonos, luchando y trabajando a partir de la movilización popular ya construida.
¡No es tiempo de lamentos, es tiempo de lucha!
El pasado sábado en las calles de Madrid se congregaron dos millones de personas, colectivos y pueblos de todo el Estado, en una manifestación que cualquier persona con un mínimo de humanidad debería secundar. Reclamamos una vida digna, trabajo, casa, servicios sociales para todos y todas y el no pago de la deuda.
Con un amplísimo apoyo popular, las Marchas de la Dignidad avanzaron durante más de 5 horas desde Atocha hasta Colón, en un ambiente de lucha y solidaridad entre pueblos, que no se recuerda en décadas. Una acción construida durante meses, a base de trabajo militante.
Desde que partieron, las Marchas de la Dignidad han recorrido todo el estado haciendo asambleas en cada lugar por el que pasaban, llevando una auténtica democracia a cada pueblo y recibiendo la solidaridad de las gentes.
Frente a esta demostración de dignidad y democracia, el sistema no tiene ningún discurso que enfrentar, y su única respuesta es la represión:
La represión mediática, con el silencio absoluto desde todos los medios del régimen, hasta que la realidad se ha impuesto y se han visito obligados recoger nuestra lucha.
La represión política, con declaraciones absurdas como las comparaciones con grupos de extrema derecha, con Ayuntamientos prohibiéndonos pasar o pecnoctar en sus municipios o autoridades locales increpado a compañeras y compañeros.
La represión policial, sufrida durante todo el camino, cuando la guardia civil desviaba a caminantes por caminos paralelos de tierra y piedras para dificultar su marcha, o cuando la policía impedía que las asambleas transcurriesen con normalidad. Los controles injustificados en carreteras que retuvieron a más de 100 autobuses que originaron retrasos entre una y tres horas. Pero especialmente cuando, una vez en Madrid, un despliegue policial desproporcionado, formado por 1.700 agentes de la UIP traídos de varios lugares del Estado, fue utilizado para amedrentar y reprimir al pueblo.
Antes de que la manifestación terminase, un ejército policial atacó sin miramientos a población civil indefensa.
Desde la propia megafonía del acto que se estaba celebrando en Colón, se pidió a los agentes que parasen su ataque, pero persistieron en la agresión. Una acción así no se improvisa, era un plan premeditado para disolver la manifestación y conseguir abrir los noticiarios televisivos con imágenes de violencia.
Hubo un ejercito policial que usó porras, escopetas y gases lacrimógenos para vulnerar el legítimo ejercicio del derecho de reunión. Fue un montaje policial urdido desde el Gobierno que vulneró derechos fundamentales como el de reunión y manifestación.
Las personas detenidas fueron objeto de maltrato. Se les mantuvo ocho horas de pie contra la pared, con las manos en alto, no se les dió agua, no se les dió alimento en 24 horas. A las mujeres ni se les permitió cambiar de tampax. Se les mantuvo 37 horas en dependencias policiales antes de pasar a disposición judicial.
Exigimos al régimen que retire los cargos de todos los acusados y la libertad inmediata del compañero Miguel. Exigimos además la destitución de la delegada del gobierno y del jefe de policía de Madrid, a los que consideramos responsables directos del ataque, así como la dimisión de ministro del interior.
La dignidad está de parte del pueblo. No terminamos aquí. Seguiremos organizándonos, luchando y trabajando a partir de la movilización popular ya construida.
¡No es tiempo de lamentos, es tiempo de lucha!
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