El pasado domingo 23 de Marzo se produjo la muerte de
Adolfo Suárez, y como no podía ser de otra manera, tanto el aparato ideológico
del Estado como los medios de manipulación, comenzaron a mitificar su figura para convertirle en la
bandera de esta Democracia que nos quieren vender como suya. En algo si tienen
razón, pues claro que esta Democracia es la suya, se ha convertido en un “chiringuito”
de partidos de derecha y de izquierda, en el que todos sacan tajada, y cuyas
bases fueron creadas por la persona a la que estos días honran, los mismos
corruptos que nos dirigen.
Que decir de Adolfo Suárez, en primer lugar decir que la
figura de Demócrata le queda un poco grande, Suárez era un hombre del régimen
que ejerció su carrera durante la dictadura franquista, por tanto contribuyo a
la perpetuidad de este régimen y a la violencia institucionalizada del
mismo.
Durante esta etapa se llevaron a cabo una serie de
asesinatos, los cuales siguen sin repararse por este Estado supuestamente
“demócrata”, no teniendo ningún tipo de reconocimiento por parte de las
instituciones. Hablo de opositores
ejecutados, como por ejemplo, el comunista Julián
Grimau (20 de abril de 1963), los anarquistas
Francisco Granados y Joaquín Delgado (13 de agosto de 1963), el joven
anarquista catalán Salvador Puig Antich (2 de marzo de 1974) y tres militantes
del FRAP y dos de ETA (27 de septiembre de 1975). En los últimos casos, dejar
claro que no quiero hacer ningún tipo de apología del terrorismo, pues en estas
fechas todavía “predemocráticas”, estas organizaciones pueden considerarse aun
como organizaciones de oposición al franquismo.
Cierto es, que Suárez consiguió traer la Democracia a
España e incorporarla en el sistema capitalista a semejanza de otras
Democracias Europeas, pero esto sí, lo hizo dejando intactos los pilares del
régimen del 18 de Julio.
Su transición considerada como modélica y pacífica, está
impregnada de una innegable herencia franquista que podemos rastrear hasta la
actualidad. Analizando la transición desde la óptica presente, aun con muchas informaciones
ocultas por los que muestran un auténtico terror por el revisionismo, podemos
decir que esta tiene muy poco de modélica.
El papel de Suárez en muchas irregularidades de dicha
transición fue determinante, Suárez nunca pidió perdón por su implicación en la
dictadura franquista, pues su famosa Reforma consistió en actualizar el régimen
para homologarlo con las democracias europeas. En el Estado español, no hubo
juicios por los delitos de lesa humanidad ni una triste Comisión de la Verdad
que clarificara el pasado y honrara a las víctimas. En cambio, se redactó una
Constitución que consolidaba la Monarquía como forma del Estado e investía a la
figura del Rey de una antidemocrática inviolabilidad. Se estableció un sistema
electoral que favorecía el bipartidismo y se marginó (o desactivó) a la
izquierda revolucionaria. El movimiento libertario, materializado en la figura
de la histórica CNT, sufrió un imparable ascenso en los setenta contribuyendo en
gran medida a la oposición al régimen franquista. Pero desde los planes de
Suárez no se podían concebirse sus intenciones, siendo un claro impedimento es sus objetivos
pacificadores, por lo que se optó por su criminalización. Desde los Pactos de
la Moncloa, se puso fin al sindicalismo de clase y se coartó la acción directa
de los trabajadores, realizándose una serie de montajes criminales contra el
anarcosindicalismo, ejecutados por otro falangista Rodolfo Martín Villa.
Por otro lado, además de modélica, nos han vendido la
transición como un periodo pacífico, en cierto modo estoy de acuerdo en que
esta se preveía mucho más sangrienta, temiéndose incluso otra Guerra Civil en
el imaginario colectivo. Pero ni mucho menos podemos utilizar el término
pacífica, cuando hubo más de 200 muertos causados por el terrorismo de Estado,
que se inaugura en esta época y que continuará en el periodo socialista con
Felipe González y los GAL. Desde mi entendimiento, un Estado que se denomina de
derecho, jamás puede llevar a cabo un crimen tan terrible como es el terrorismo
de Estado. Podemos echarle la culpa a las circunstancias sociales del momento,
a la violencia de las organizaciones terroristas, a la defensa del sistema
democrático… Todas estas explicaciones son excusas baratas que no justifican ni
una sola muerte, pues un Estado de Derecho debe actuar siempre desde su
legalidad y dentro de los parámetros democráticos, respetando la presunción de
inocencia, los tribunales y lo que es aún más importante preservando la vida de
las personas sean de la condición que sean.
Por último, para acabar esta pequeña crítica,
establecer mi indignación a la propuesta de la Comunidad de Madrid, para
cambiar el nombre del Aeropuerto Madrid-Barajas por el de Adolfo Suárez,
siguiendo la senda que han marcado países como EEUU (aeropuerto John F. Kennedy)
o Francia (aeropuerto Charles de Gaulle). Me parece mucho más honrado y viable
cambiarle el nombre a favor de los caídos en la Guerra Civil, por sus méritos
de defensa de la Democracia, o a los verdaderos
opositores del Régimen Franquista que lucharon fielmente por sus ideales
y por traer la libertad a un país sumido en una terrible dictadura militar,
perdiendo muchos de ellos la vida en el intento como es el caso de Salvador
Puig Antich.
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